jueves, 17 de septiembre de 2020

LAS MARCAS DEL CARBÓN (Reseña)


                                                      

RESEÑA

LAS MARCAS DEL CARBÓN  de Consolación González Rico.

Las Marcas del Carbón (2020) es una excelente novela de la experimentada y galardonada novelista, Consolación González Rico. Escribir bien es una de las actividades más difíciles del ser humano, según Wilga Rivers (Profesora emérita de la Universidad de Harvard) y si a eso añadimos escribir en el S. XXI, utilizando un lenguaje literario del S. XIX es una auténtica heroicidad. Aparte de esa aportación lingüística de la época, entiendo que es una relevante novela antropológica que nos descubre las costumbre, la forma de vivir y  sobrevivir de los bandoleros y su gente en ese micro-mundo de los habitantes de los Montes y Valles Oretanos (Toledo).

No puedo dejar de subrayar que en el proceso de la lectura, he apreciado que sus personajes, anécdotas, vivencias están impregnadas de un lenguaje y tono cervantino; que he agradecido. Asimismo, he advertido connotaciones técnicas y estéticas narrativas que me han hecho recordar también a los célebres escritores: W. Faulkner y G. G. Márquez no solo por sus vaivenes (flashbacks) narrativos, sino al apreciar que la novela se desarrolla dentro de un lugar concreto: Los Montes Oretanos. Esta misma particularidad la podemos apreciar en los dos autores mencionados: uno en el sureño estado de Misisipi y G.G. Márquez en Macondo (lugar idealizado). Se dice que las comparaciones son odiosas, pero Camilo José Cela cuando lo comparaban con Faulkner decía: “Benditas comparaciones”.

La historia de la novela refleja la vida de Federico; un personaje que nace de una relación entre un bandolero de la sierra y una chica inquieta de un pueblo y “aterriza” en un mundo hostil que para él se convierte en la normalidad. A lo largo de la novela, Federico al igual que los personajes de Faulkner va dejando fluir sus sentimientos y nos describe las vicisitudes de sus matrimonios, hijos, su abuela, Teodora, y unas estimables reflexiones sobre el comportamiento humano.

En definitiva, me gustaría agradecerle a Consolación la posibilidad que me ha brindado, LAS MARCAS DEL CARBÓN, de disfrutar y respirar el ambiente de una época a través de los recuerdos y aventuras de Federico.  Muchas gracias Consolación y mucha suerte.

Nicolás Estévez Fuertes

Profesor T.U. de Valencia (Jubilado)

Valencia 15 de septiembre 2020


LAS MARCAS DEL CARBÓN, MI SÉPTIMA NOVELA (Vídeo presentación)




      Un viaje al siglo XIX, un hombre que huye de “sus tres vidas”, una trama con las revueltas carlistas como marco histórico y los Montes de Toledo como enclave geográfico.

      Debido a la situación sanitaria que estamos viviendo, no me ha sido posible aún presentar "Las marcas del carbón" en la Biblioteca Regional, ni en la Biblioteca Santa María de Benquerencia de mi barrio de Toledo, ni en las Bibliotecas municipales, rodeada de mis lectoras y lectores, como venía haciendo con mis novelas anteriores... Ni en el Valle del Gévalo y pueblos donde se desarrolla la trama... 

      Los tiempos marcan ahora nuevos caminos, por eso quiero dejar aquí este vídeo, breve en duración, donde la palabra y las imágenes van trazando las claves de la historia, humana y dura, de Federico, un hombre a quien la existencia marcó antes de que se asomara al mundo.

       ¡Muchas gracias!

               Consolación González Rico

 

 


NUEVO LIBRO EN TIEMPOS DE PANDEMIA


"Si hace un año me hubieran anticipado el futuro, con una imagen mía embozada hasta los ojos presentando un libro, hubiera pensado que se trataba de un delirio, de un mal sueño tan extraño como inexplicable".

Pero aquí estoy, en tiempos de Coronavirus, respondiendo a las preguntas de Mar G. Illán, directora de encastillalamancha.es, sobre mi séptima novela, "Las marcas del carbón", publicada por
Jesús Muñoz Romero
(Editorial Ledoria).
Y en mis respuestas, las claves de este trabajo que completa la trilogía Doscientos años de historia; mi empeño en presentar a mis lectores, a través de las redes, el contenido de la trama, lo que ha significado para mí el confinamiento, el poder del ser humano para enfrentarse a la adversidad.
Gracias a
Mar G. Illán
y
Rebeca Arango
, por esta ventana a la que me invitaron a asomarme.
Consolación González Rico

miércoles, 23 de enero de 2019

BUSCANDO UN SUEÑO



"Detrás del muro", el documental que anoche se estrenó en La Sexta, me lleva a pensar en el constante caminar del ser humano hacia ese lugar donde se halla el sueño de paz y pan, de solidaridad y de justicia, para muchos, tan solo palabras vacías de realidad.

Da igual si los hierros que dividen mundos separan México de Estados Unidos, África u Oriente medio de Europa; si el motivo del éxodo desesperado es el hambre o la guerra. Lo cierto es que en el corazón de los que buscan, habita esa ilusión que tantas veces se queda en el camino, y que, con cada tropiezo, se va trocando en desesperanza, en triste convicción de que se alarga el trayecto hacia la tierra imaginada, hacia el paraíso del bienestar y la abundancia. 

Testimonios de quienes hicieron el intento de alcanzar el muro desde Guatemala y México, nos hablan de asaltos a las escasas monedas que guardaron en los bolsillos para la travesía; de abusos perpetrados contra niñas que se convierten en madres; del desencanto y del miedo, de vidas que en ocasiones se pierden por el camino; de la desesperanza que obliga a abandonar el sueño y a desandar lo andado. De la pérdida de la fe que un día, desafiando temores y peligros, los empujó hacia la negrura de lo incierto. 
Porque cuando el sueño se apaga, y el desaliento hace nido en el corazón, muere el deseo de seguir intentándolo.
Porque, como confesaba un muchacho que hablaba con la madurez de un anciano, “es fácil curarse los moretones del cuerpo, pero no las dolencias del alma”. 

Y ante la crudeza de esta realidad, que podríamos hacerla extensible a otras geografías y contextos, yo me pregunto:
Cuándo este mundo de hielo, esta conciencia nuestra, endurecida con las imágenes que nos sirven cada día en el sillón desde la pantalla fría de la noticia, será capaz de entender que esta tierra grande alberga riqueza suficiente para que en ella broten la justicia y la paz.

Consolación González Rico

miércoles, 2 de enero de 2019

Sueños de pan y abrigo...



          Que el mar no siga siendo 
          despiadado sepulcro 
          de quienes buscan 
          horizontes de justicia.
          Que las olas no devoren
          sueños de pan y abrigo, 
          de brazos abiertos,
          de alambradas 
          convertidas en flores
          para acoger 
          al hermano que llega.

          Que el cordón umbilical
          de la vida 
          no se estrangule 
          en sus abismos negros, 
          que no cieguen sus aguas 
          los ojos inocentes, 
          privados para siempre de la luz,
          de la tibia dulzura
          del pecho de una madre...

          Que antes de armar 
          las manos que disparan
          en las guerras ajenas
          a los hijos de otros,
          antes de destruir 
          sus juegos y sus risas,
          pensemos en los nuestros...

          Que abramos otras sendas,
          más allá de valores materiales,
          por las que caminemos 
          de la mano
          por esta tierra grande,
          en la que todos, 
          sin mirar condiciones 
          ni colores, 
          geografías ni credos,
          seamos al fin capaces
          de caminar en paz.

                Consolación González Rico


viernes, 12 de octubre de 2018

EN LA DESPENSA DEL CORAZÓN…


   

     Hay encuentros que trascienden lo literario, que se adentran en esas parcelas del recuerdo donde habitan las emociones.

   El día 28 de septiembre regresé a Villasequilla con un libro en la mano, y no precisamente de Francés: "La vida que perdimos", mi última novela publicada.
   Ana Goméz-Chacón había cuidado todos los detalles, en la mesa, Elena Fernández, Ana Díaz Cuesta y Gloria Saiz me regalaron palabras llenas de cariño, y Clara, mi querida compañera, me hizo revivir momentos inolvidables.

    Y esa tarde sentí que el tiempo retrocedía, que retornaban aquellos años en los que estrenaba clases, y un alumnado adolescente con el que ahora volvía a reencontrarme.
    Alegría, emociones en desbandada, bromas, anécdotas que saltaban del pasado y que nos provocaban carcajadas espontáneas, fiel reflejo de la corriente que fluía de los afectos. 

   Allí estaban. En la biblioteca de Villasequilla. Los miraba, y sus rostros casi infantiles de aquel tiempo se superponían sobre sus perfiles de adultos, mientras yo trataba de hallar en sus rasgos las caras de antaño. Me decían su apellido (o su nombre), y mi mente activaba mi lengua a instancias de la memoria y completaba el resto. 
   A muchos no había vuelto a verlos. Con algunos me había encontrado alguna vez. A todos los recordaba con ese cariño que cincela huellas profundas en el alma.

   Deciros, queridos alumnos y alumnas, que el día 28 de septiembre vuestra presencia en la Biblioteca de Villasequilla, los abrazos, la alegría y las emociones que compartimos, fueron para mí el mejor regalo.

    Gracias también a quienes con vuestra compañía, cercana y cariñosa, me hicisteis viajar a aquellos años que se quedaron conmigo para siempre, bien guardados “en la despensa del corazón”, como diría Ricardo, el protagonista de “La vida que perdimos”.

    Consolación González Rico

domingo, 9 de septiembre de 2018

Y la historia cobró vida...




  Escribir una novela es una aventura: búsqueda, descubrimiento, aprendizaje, hallazgos, desafíos, escollos, paréntesis forzosos, torrentes que fluyen con fuerza... 
  Desde el título a cada uno de sus párrafos, guardan retazos del propio pensamiento y del propio sentir. 



  Presentar una novela es volver a dar vida a sus páginas. He de decir que cada vez que me enfrento a una presentación, me reencuentro con los personajes que he creado, con sus porqués, sus emociones, su lucha por ser de carne y hueso... Y es así, con esa humanidad, ficticia y real al mismo tiempo, con la que trato de mostrarlos a los lectores. Y esa misma vida, que quedó guardada en cada página durante la fase de construcción, resucita cada vez que tengo que explicar sus entresijos, algo que para mí se ha convertido en estos años en imprescindible y apasionante: he visitado decenas de clubes de lectura y cada tarde la he vivido con la misma intensidad.


  El día 5 de septiembre presenté La vida que perdimos en la localidad de Recas (Toledo), y esta historia de exilios, de vidas arrancadas de su suelo, de personas que hubieron de levantar su casa sobre cimientos que se removían, cobró realidad en un pueblo que sabe de éxodos, de acogimiento y de brazos abiertos a personas y culturas venidas de lejos.



  He dejado aquí algunos momentos, que una lectora capturó con su móvil, de una tarde literaria en la que volví a recorrer el camino transitado en La vida que perdimos, acompañada de quienes recorrieron conmigo los entresijos de esta historia.


                   Consolación González Rico


(Vídeos realizados por María Jesús Palomares)



martes, 21 de agosto de 2018

"La vida que perdimos", mi última novela. Vídeo-Presentación

En tres minutos, las claves de esta ficción histórica




En busca de la libertad (pág. 91)



      "Los recuerdos se encadenan, lo mismo que las horas, y el beso de despedida de Manuela le lleva a aquella noche de principios de otoño en la que embarcarían desde las Vascongadas con destino a la costa francesa. Nadie hablaba. Sus sombras se cubrían de oscuridad, tan espesa como la zozobra que aceleraba los latidos de su sangre. Caminaban temblorosos y tambaleantes, entre las ropas de abrigo y el sudor frío que las ceñía a sus cuerpos. Al amparo de la negrura, eran bultos de miedo sin rostro ni identidad. Las barcas de pescadores aguardaban atracadas al abrigo de los acantilados, no lejos del cabo de Higuer, y ellos descendían despacio, clavando los pies y las manos en las rocas para no despeñarse.
No era precisamente una noche de luna llena. Elegida a propósito para arropar la travesía desde Pasajes de San Juan a Fuenterrabía, en el cielo apuntaba una hoz blanca y afilada, que alumbraba lo justo para no perder de vista la hilera humana de quienes creían peregrinar hacia la libertad.
Ricardo recuerda la sensación confusa de dejarse arrastrar entre las piedras sin más sonido que el ruido de sus pasos”.

La vida que perdimos, 
Consolación González Rico
Premium Editorial, 2018