miércoles, 12 de junio de 2013

POR LOS CAMINOS DEL RECUERDO

Me gusta volver a mis orígenes. Cada vez que visito mi pueblo, disfruto perdiéndome entre sus caminos, borrados por los pinceles del tiempo. Según las veleidades de su clima extremo, mis pasos hacen crujir las grietas provocadas por las persistentes sequías, o se hunden en los charcos que reflejan cielos grises, o, como en esta larga primavera, son acogidos blandamente por flores salvajes que invaden la senda junto al río.




                        

      La humilde belleza de mi pueblo desata recuerdos viejos, que saltan en mi cabeza como lo hacen las ranas a mi paso cuando bordeo el arroyo.
Sacudida por la nostalgia, evoco el tiovivo polvoriento de las eras de mi niñez, ahora cubiertas de flores, hundidas en su quietud, lo mismo que aquellos campesinos que consumieron sus veranos entre polvo, sudor y paja; triturando espigas y aventando granos, en su particular epopeya para asegurarse el pan.  
Oigo la voz amada de mi padre, que brota de la piedra bajo la que se esconde su silencio temprano, sobrevuela la tapia blanca, y llega hasta mi oído con una rama de olivo en los ecos del aire, como si quisiera apaciguar mis guerras interiores…
Y contemplo conmovida el puente de piedra, dinosaurio viejo, que después del  aguacero en los otoños infantiles nos ofrecía el peligroso encanto de sus aguas torrenciales, y nos invitaba a cruzar a la otra orilla con el corazón encogido; como  pajarillos asustados que se lanzaran por primera vez al temerario vuelo.



         Camino y pienso. Flores, espinos y recuerdos. Hasta me atrevo a tejer algún poema.

Es entonces cuando las emociones me resbalan por la cara y riegan las flores azules del suelo, mientras un espino de la ribera intenta abrazar mi tristeza.


ESPINO SOLITARIO

Las lluvias
han borrado el camino,
lo mismo que el tiempo
borró los pasos
de quienes vagaron
por él.

Mis pies tropiezan
entre flores azules,
y un espino se prende
de mi camiseta.

Me cuesta liberarme
de su abrazo,
y  me pregunto,                                   
mientras intento huir
de su hiriente caricia,
si no será su modo
de dar la bienvenida
a quien se acerca a su esplendor
agreste,
después de tantos días
de solitaria espera. 

               Consolación González Rico

4 comentarios:

  1. Muy bonito, nostálgico y evocador, lo leo y me habla la infancia.

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  2. Tal vez porque está escrito con la parte infantil del corazón; sin miedo a que se escape alguna lágrima entre las letras...

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  3. Los caminos que evocan tus recuerdos
    yo tambien transitaba en aquel tiempo,
    y al andarlos de nuevo en estos días
    me embarga la emoción y el sentimiento.

    Y a esa tapia encalada y camposanta
    que a nuestro padre guarda para siempre
    desde cerros, barreras y olivares
    mi mirada se vuelve y se detiene.

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  4. Hermosos versos para evocar su recuerdo. Has conseguido que la emoción, como me sucede siempre que miro la tapia blanca, se me desborde en los ojos...

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